Texts / Textos

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Exhibition text for Kazerne Dossin Museum, Mechelen, Belgium, 2014.

GENOCIDE DISMISSED: Guatemala a Silenced Tragedy

Photographs by Daniel Hernández-Salazar.

Guatemala is a lush and beautiful land sown with the bones of its dead.

During more than three decades of conflict with armed guerrilla forces, the Guatemalan military waged a savage campaign to prevent revolution in the small Central American nation crushed by poverty, racism, and injustice. Hundreds of thousands of civilians died, many of them “disappeared” by government death squads for their suspected ties to subversives. In 1996, civilian and military authorities joined the guerrillas to sign a peace accord, establishing an official truth commission to investigate atrocities committed during the war. The commission concluded that the Army and paramilitary forces were responsible for 93 percent of the human rights violations examined. The worst violence targeted the country’s Mayan indigenous population through scorched earth operations: massacres of entire villages, the razing of homes, the slaughter of farm animals, the burning of crops. The Guatemalan government called its sustained assault on Mayan communities a counterinsurgency. The truth commission called it genocide.

Daniel Hernández-Salazar (b. 1956, Guatemala) is an artist and activist who has made it his life’s mission to document the effects of Guatemala’s genocide through his powerful, personal approach toward his country’s human rights catastrophe. For over 20 years, he has produced a riveting and urgent body of work that asks viewers to engage with the aftermath of terrible violence. This was genocide waged in shadow, many of its worst crimes carried out against a historically excluded people in the country’s remote rural highlands, where reporters rarely ventured. The extreme cruelty of the Army’s tactics uprooted whole communities, scattering those who escaped, and imposing a silence born of fear for years afterwards.

But Daniel focuses on the strength that blooms within a society determined to survive and thrive. His work insists on the recovery of historical memory: an act dedicated to life, to bringing atrocities out of the shadow and into the sunlight, forcing the world to listen, look, acknowledge. In his photographs, relatives of the massacred and disappeared – many of them women and children – find the courage to mourn, shout, weep, demonstrate, insist, resist, display the faces of their loved ones, call out their names, demand their return. Daniel’s vision captures a massive collective memory project. Archivists dig among millions of pages of official records looking for evidence of crimes. Forensic anthropologists sift through earth and clay in search of bodies. Daniel portrays exhumations in a way that bears witness to repression, with flesh melted into mud, skulls become roots and sticks, the colors of huipiles obliterated. The photographs glow with a reverence that transforms the cruelty of a lonely and clandestine death into an homage.

Most emblematic of Daniel’s work is his Angel. The Angel represents a haunting, a cry, a reaching out, creating connectivity between different sites of memory and massacre. It is a peregrinating Angel, a migrating Angel, an Angel that refuses to be quiet or contained. The Angel appears naked and vulnerable but is instead a courageous messenger, broadcasting not just news of an atrocity (its wings the bones of a massacre victim) but of defiance, hope, and the renaissance of a people that survived genocide, against all odds.

Auschwitz. Guernica. Srebenica. Mexico.….Guatemala.

Kate Doyle.
Senior Analyst, National Security Archive,
Washington D.C., USA.

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GENOCIDIO DESECHADO: Guatemala una tragedia silenciada

Fotografías de Daniel Hernández-Salazar

Guatemala es una tierra exuberante y hermosa sembrada con los huesos de sus muertos.

Durante más de tres décadas de conflicto con las fuerzas armadas de la guerrilla, el ejército guatemalteco emprendió una campaña feroz para evitar la revolución en el pequeño país centroamericano aplastado por la pobreza, el racismo y la injusticia. Cientos de miles de civiles murieron, muchos de ellos “desaparecidos” por los escuadrones de la muerte del gobierno, debido a sus presuntos vínculos con la subversión. En 1996, las autoridades civiles y militares junto a la guerrilla firmaron un acuerdo de paz estableciendo la comisión oficial de la verdad, para investigar las atrocidades cometidas durante la guerra. Esa comisión concluyó que el Ejército y las fuerzas paramilitares fueron responsables del 93 por ciento de las violaciónes de los derechos humanos examinados. La peor violencia se dirigió contra la población indígena maya del país a través de operaciones de tierra arrasada: masacres de pueblos enteros, la demolición de viviendas, la matanza de los animales de granja, la quema de cultivos. El Gobierno de Guatemala llamó a su ataque sostenido a comunidades mayas una contrainsurgencia. La comisión de la verdad lo llamó genocidio.

Daniel Hernández-Salazar (1956, Guatemala) es un artista y activista para quién documentar los efectos del genocidio de Guatemala se ha vuelto la misión de su vida, a través de un poderoso enfoque personal de la catástrofe humanitaria de su país. Durante más de 20 años, ha producido un fascinante y urgente cuerpo de trabajo que pide a los espectadores engancharse con las consecuencias de una violencia terrible. Este fue un genocidio llevado a cabo en la sombra, muchos de sus peores crímenes cometidos en las remotas tierras altas del país contra un pueblo históricamente excluido, donde los reporteros rara vez se aventuraban. La extrema crueldad de las tácticas del ejército desarraigó comunidades enteras, dispersando a los que escaparon, e imponiendo por años un silencio nacido del miedo.

Pero Daniel se centra en la fuerza que florece dentro de una sociedad determinada en sobrevivir y prosperar. Su obra insiste en la recuperación de la memoria histórica: un acto dedicado a la vida, a sacar las atrocidades de la sombra y ponerlas a la luz del sol, para forzar al mundo a escuchar, mirar, reconocer. En sus fotografías, los familiares de los masacrados y desaparecidos – muchos de ellos mujeres y niños – encuentran el valor de llorar, gritar, manifestar, insistir, resistir, mostrar los rostros de sus seres queridos, gritar sus nombres, exigir su regreso . La visión de Daniel captura un proyecto masivo de memoria colectiva. Archivistas que excavan entre millones de páginas de registros oficiales en busca de evidencias. Antropólogos forenses que tamizan la tierra y el barro en busca de cuerpos. Daniel retrata las exhumaciones de una manera que da testimonio de la represión, con la carne transformada en barro, los cráneos se convierten en raíces y palos, los colores de los güipiles se desvanecen. Las fotografías resplandecen con una reverencia que transforma la crueldad de una muerte solitaria y clandestina en un homenaje.

Lo más emblemático del trabajo de Daniel es su Angel. El Angel representa una llamada, un grito, una búsqueda, que crea conecciones entre diferentes lugares de memoria y de masacre. Es un Angel peregrino, un Angel migrante, un Angel que se resiste a quedarse callado o contenido. El Angel aparece desnudo y vulnerable pero por el contrario es un mensajero valeroso, que transmite no solo noticias de atrocidad (sus alas huesos de una victima masacrada) sino de rebeldía, esperanza, y del renacimiento de un pueblo que sobrevivió al genocidio, contra viento y marea.

Auschwitz. Guernica. Srebenica. Mexico.….Guatemala.

Kate Doyle.
Senior Analyst, National Security Archive,
Washington D.C., USA.